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¿Cómo saber si he sacado el amor al dinero de mi corazón?

La palabra de Dios en 1 Timoteo 6:10 dice que el amor al dinero es la raíz de todos los males.  En otros pasajes nuestro Salvador dijo que no se podía servir a dos señores, no podemos servir a Dios y a las riquezas (Mamón). Que tremenda declaración, Jesús pone el amor al dinero como un Señor que compite con Dios, por eso los fariseos estaban llenos de avaricia y maldad, porque el dinero era su Dios.

Una aclaración, muchas personas piensan que el dinero es malo, la escritura no dice eso, lo que es malo es el amor al dinero; pero el dinero en sí mismo para todo sirve declara la biblia (Eclesiastés 10:19).  Cuando una persona saca de su corazón el amor al dinero, entonces está en la capacidad de utilizarlo para su bendición y la de los demás.

Soy un predicador que ha entendido que Dios quiere bendecir y prosperar en todos los aspectos a su pueblo, pero en la realidad son muy pocos los que son prosperados y pienso que la causa de ello no es que Dios haga discriminación entre sus hijos, sino que muchos todavía no han limpiado su corazón del amor al dinero y Dios sabe que si los prospera así, sería alimentar esa idolatría en sus corazones, lo que ocasionaría un alejamiento del verdadero Dios.

¿Cómo saber si realmente he sacado el amor al dinero de mi corazón?  La respuesta sería, cuando tengo una conducta generosa y liberal con lo que tengo, cuando soy capaz de gozarme dando en vez de recibir, entonces hay evidencia de haber sacado la suciedad del amor al dinero.  El trabajo del evangelio es hermoso, ataca la raíz para sanar toda la planta; al contrario de la religión, poda la planta pero deja la raíz.

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Un corazón descontaminado de…

Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios, Mateo 5:8. Esta palabra vino a significar toda la actividad mental y moral del hombre, incluyendo tanto sus elementos racionales como emocionales. En otras palabras, se usa el corazón de manera figurada para denotar las corrientes escondidas de la vida personal.  

La biblia declara que la depravación humana halla su asiento en el corazón, debido a que el pecado es un principio que halla su asiento en el centro de la vida interna del hombre, contaminando por ello todo el círculo de sus acciones. Mateo 15:19-20, Porque del corazón salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre: que comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.

Un aspecto que prevalece en la mayoría, por no decir, en todas las religiones del mundo, es la apariencia o fachada. La diferencia entre la religión y el evangelio del reino, radica principalmente en ello, en el evangelio la limpieza se inicia por dentro, con el cambio de corazón, y luego se sigue con la renovación de nuestra mentalidad y así el efecto de cambio y limpieza viene de adentro para afuera, no como lo desarrollan o pretenden hacerlo los que solamente tienen una religión y no una relación con Dios.

Un dato interesante de observar es que cuando el Señor recrimina lo sucio, el contexto es la avaricia del dinero, según se lee en Lucas 11:39-41: Pero el Señor les dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato; pero por dentro estáis llenos de robo y de maldad, necios, el que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de adentro?, Dad más bien lo que está adentro. (Otras versiones dicen:  de lo que tenéis, o limosna), y entonces todo os será limpio. La pregunta obligada sería: ¿por qué el Señor declaró que al dar, esa acción iba a limpiarlo todo? Claramente se puede observar de donde viene el problema de la suciedad del corazón, el amor al dinero.

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Misericordiosos con alegría

La manifestación de la misericordia debe de ser con alegría según Romanos 12:8 (el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría); muchas personas hacen cosas buenas, pero su motivación no surge del amor, sino de otros intereses y estas acciones las realizan para ganar un escalón de mérito por algún fin personal que persiguen, y a pesar de su buena acción en sus corazones, no está la alegría de ayudar, sino la ambición de ganar, ya sea fama o reconocimiento solamente.

La misericordia debe de ser parte de nuestra vestimenta cristiana. Colosenses 3:12, Vestíos pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de tolerancia.

Un dicho conocido es: del árbol caído todos hacen leña. Cuando vemos el infortunio en alguien, somos muy dados a señalar, acusar y hasta condenar por tal situación, esto es muy común entre la gente que no conoce o no quiere cambiar su cultura por la del reino.  Que terrible advertencia nos da la palabra de Dios cuando dice: Porque el juicio sin misericordia será hecho con aquel que no hiciere misericordia: y la misericordia se gloría contra el juicio, Santiago 2:13.

Aprendamos a hacer misericordia, porque está escrito que el hombre misericordioso se hace bien a sí mismo.  Proverbios 11:17, El hombre misericordioso se hace bien a sí mismo, pero el cruel a sí mismo se hace daño.

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La existencia del verbo al principio

JUAN 1:1 En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 

DIOS EN EL PRINCIPIO CREÓ LOS CIELOS Y LA TIERRA…(GEN. 1:1).

Él estaba en el principio con Dios. 

Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 

En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 

Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. 

Vino al mundo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan. (EL BAUTISTA).

Este vino como testigo, para testificar de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. 

No era él la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. (DE CRISTO=JESÚS).

Existía la luz verdadera que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre. 

En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de Él, y el mundo no lo conoció. 

A lo suyo vino, y los suyos no lo recibieron. SI LE RECONOCIERON, PERO NO LE RECIBIERON).

Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, (LA SALVACIÓN Y VIDA ETERNA).

que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios. JESUS DIJO: “PADRE DE LOS QUE ME DISTE NINGUNO SE ME A PERDIDO, EXCEPTO EL HIJO DE PERDICIÓN (JUDAS).”

El camino de la traición se fundamenta en esa actitud de amar más lo material que a las personas, abortemos esa idolatría de nuestro corazón y creo que veremos cómo Dios nos hace abundar en todo porque entonces ya no nos hará daño.  Las Escrituras consideran al corazón como la esfera de la influencia divina, por eso mismo leemos en las Escrituras el llamado de Dios cuando dice:  dame hijo mío tu corazón.

De acuerdo al nuevo pacto que Dios hizo con su pueblo y según lo declara Hechos 15:9, Y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando con la fe sus corazones.  Dios purifica nuestros corazones para luego escribir en ellos.  El trabajo del evangelio es hermoso, ataca la raíz para sanar toda planta, al contrario de la religión, poda la planta pero deja la raíz.

El corazón, al estar en el interior, contiene al hombre interno (1 Pedro 3:4); esto es, al hombre real.  Representa el verdadero carácter, pero lo esconde.  En su sentido moral en el Antiguo Testamento, incluye las emociones, la razón y la voluntad.  En el Nuevo Testamento denota:  el asiento de la vida física, el asiento de la naturaleza moral y de la vida espiritual, el asiento del dolor, del gozo, de los deseos, de las percepciones, pensamientos, entendimiento, de los poderes del raciocinio, la imaginación, de la conciencia, las intenciones, propósitos, voluntad y de la fe.

En el Salmo 24:4 leemos que la limpieza del corazón es un requisito para subir al monte de Jehová, y estar en el lugar de su santidad.  Así mismo el escritor del libro de los Hebreos nos invita a entrar al lugar santísimo según está escrito en Hebreos 10:22, Lleguemos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia.

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